miércoles, 14 de julio de 2021

LA ROPA FEMENINA EN LA REGENCIA

 


jueves, 8 de diciembre de 2016

Artículo: La ropa femenina en la Regencia

Este es otro de esos artículos que seguro que os va a resultar la mar de interesante: 

La ropa interior: Lo primero que se ponían era una camisa que por lo general era de algodón o lino. Era una camisa simple y sencilla, sin ningún tipo de adornos. Su objetivo no era otro que servir de protección a la piel para salvarla de cualquier roce que pudiera ocasionarle el corsé. Su misión era, además, proteger del sudor corporal al corsé ya que esta prenda era mucho más difícil de limpiar que la camisa. La camisa terminaba muy por encima del dobladillo del vestido.

Usaban también unos pantalocillos de tela fina, de algodón o lino, que llegaban hasta los tobillos o hasta debajo de la rodilla. Empezaron a estar de moda alrededor de 1806 y al principio eran imitaciones de los calzones masculinos, pero gradualmente se fueron feminizando.


Lo siguiente que se ponían las mujeres era, por supuesto, el corsé. En la Regencia, la misión del corsé no era estrechar la cintura puesto que en aquella época se llevaban las cinturas altas, sino que se usaban para levantar y separar el pecho. Había dos tipos de corsés: cortos y largos. Los corsés cortos tenían un sorprendente parecido a los sujetadores modernos y su función era más realzar el busto que otra cosa. Los corsés largos eran muy parecidos a los bustiers de hoy en día. Generalmente tenían un pedazo de madera dura insertada en la parte delantera cuyo fin no era otro que mantener una buena postura. Como curiosidad señalar que los hombres jóvenes solían tallar y regalar este trozo de madera a sus novias. El corsé largo ayudaba también a proporcionar una suave línea desde el pecho hasta la cadera. 

Encima del corsé se podían llevar entre una y cinco enaguas, dependiendo de la época del año y del grado de modestia de la dama en cuestión. La función de las enaguas era dar amplitud a las faldas de los vestidos y evitar que la fina tela de estos se pegara en demasía a las curvas femeninas. Las damas más descaradas usarían sólo una o dos enaguas... o ninguna. Las enaguas eran vestidos sin mangas y dependiendo del poder adquisitivo de la mujer eran de algodón ligero o seda. Para el invierno podían ser de franela. Solían llevar uno o dos volantes y al menos uno de estos a menudo asomaba bajo el dobladillo del vestido. 

Las medias llegaban hasta el muslo o por encima de la rodilla y se ataban con ligas. Eran de seda o algodón, generalmente blancas, lisas, bordadas en este color o con adornos de encaje. 

Las almohadillas entraban y salía de la moda durante la Regencia de acuerdo con el estilo del vestido. Se usaban con los vestidos de finales de 1790, y a medida que estos iban desapareciendo a principios de 1800, se iban dejando de lado regresando de nuevo con las faldas tipo campana. Eran de diferentes formas y tamaños y podían atarse o coserse en la parte posterior del vestido. Por razones obvias, debían ser usadas con moderación. 

Vestido de mañana: 

Era un vestido de manga larga o corta, sencillo, de material fino y sin ningún tipo de adorno puesto que no iba a ser usado fuera de casa. A veces se hacía con restos de tela antigua o reformando vestidos viejos pasados de moda. Si nadie los iba a ver fuera del entorno del hogar, no tenía ningún sentido gastar dinero en ellos pudiendo invertir este en vestidos que sí se iban a usar en público. 

El traje de montar:

Estaba hecho de material resistente. Tenía un escote muy sencillo y una chaqueta destinada a cubrir el vestido en todo momento. Las faldas del traje de montar eran más largas y más completas que las faldas de un vestido de paseo o coche. Tenía que cubrir perfectamente las piernas de las mujeres y proteger su modestia mientras montaba a mujeriegas. El estilo de las chaquetas de montar, e incluso de los sombreros que se usaban a tal efecto, eran de corte bastante masculino. A menudo tenían también muchos detalles de los uniformes militares. 

Vestido de tarde:

Este tipo de vestido era todo lo contrario al vestido de mañana: este sí estaba destinado a ser visto. Precisamente porque este vestido sí era para verse, dependiendo dónde o quién fuera a verlo así sería el vestido. En general solían estar confeccionados con muselina, una tela para los vestidos de tarde muy popular en aquella época. En los primeros años del siglo XIX muchas jóvenes murieron tras coger un resfriado o una pulmonía provocada por llevar estos finos vestidos en invierno. A esto se le dio en llamar "la enfermedad de la muselina". 

Durante el día, los senos estaban tapados por completo pues aunque tuvieran escotes bajos se cubrían con una pañoleta o bufanda remetida bajo el escote. 

Los vestidos de paseo, para ir de compras, al parque o para realizar visitas, se hacían ya con más cuidado, más a la moda y con adornos más costosos. 

Dentro de los vestidos de tarde estaban también aquellos para ir en coche o de viaje. Estos se realizaban con telas más pesadas y que fueran más resistentes a las arrugas que la muselina o el algodón. Además tenían menos adornos con el fin de que no se estropearan o aplastaran en los largos paseos en coche. 

Las prendas de abrigo usadas para los vestidos de tarde eran una parte muy importante de la indumentaria. Se llevaban largas túnicas con capucha y mantones de diferentes estilos, a veces decorados con motivos griegos. Los chales de cachemira, seda o muselina se usaban también en primavera y verano. 

El abrigo Spencer era una ajustada chaqueta que llegaba hasta la cintura y que se llevaba sobre los vestidos de tarde. Se dice que fue un invento de Lord Spencer, un antepasado de la princesa Diana, que según cuenta la leyenda pudo haber arrancado la cola de su chaqueta debido a que se la chamuscó con el fuego de la chimenea o bien por un accidente de caballo. Sea como fuere, lo cierto es que Lord Spencer fue el que dio instrucciones a su sastre para que le hiciera varias prendas de este estilo. Rápidamente las mujeres tomaron nota y se mandaron hacer chaquetas así, que coincidiendo con la moda actual de cinturas altas, convirtieron el abrigo Spencer en un clásico de la moda de Regencia. 

Este tipo de abrigo se llevaba bien ajustado al cuerpo, abierto o abrochado completamente. Solía ser un poco más oscuro que el tono del vestido que se llevaba debajo. A principios de siglo este tipo de prenda no llevaba mangas, era más bien como un chaleco. A partir de 1804 solía tener un cuello de piel lo suficientemente grande para usar como esclavina de modo que diera calor al cuello y los hombros. 

Otra prenda de abrigo era la pelliza. Creada también con el talle alto para usar con el vestido de tarde, esta prenda de abrigo se abrochaba por delante y a menudo tenía adornos de piel y plumas de cisne a juego con la tela en la que estaba realizada. Debido a la guerra con Napoleón, los detalles de adornos de tipo militar en esta y otras prendas estuvieron también muy de moda en la Regencia. Algunas pellizas llegaban hasta los pies y otras eran tipos tres cuartos (abrigos cosacos). Se podían cerrar por el centro con tiras y borlas de seda. Dependiendo de la estación del año, podían confeccionarse con lana, piel, terciopelo de seda, satén, o incluso muselina. 

Los vestidos de tarde iban obligatoriamente acompañados de otros accesorios indispensables tales como chales, esclavinas, mantos, peregrinas, guantes, gorros, orejeras, sombreros y, por supuesto, el tipo de calzado adecuado. 

Los vestidos destinados a lucir en los eventos y fiestas de noche estaba permitido mostrar el pecho. De hecho, algunos escotes eran tan bajos que hasta se corría el riesgo de mostrar de más. Fueron muy populares los escotes cuadrados, tan bajos, que resulta difícil imaginar cómo se sujetaban las mangas. Las telas con las que eran confeccionados eran caras, de fina muselina, satén, tafetán o seda. Los vestidos hechos con terciopelo de seda estaban reservados para las mujeres mayores o casadas. Tanto en los vestidos de tarde como en los de noche, las debutantes debían llevar colores pastel o blancos. Los colores más oscuros no estaban destinados para las debutantes. Ahora bien, tampoco eran aconsejables para las otras damas, pues a la luz de las velas, ir vestida de oscuro era garantía de no ser apenas vista. Por ello, quienes no optaban por los tonos claros o simplemente se decidían por el negro, engalanaban sus vestidos con adornos metálicos o de cristal de manera que recayera en ellos la luz. Los vestidos a menudo eran de manga corta pero acompañados de guantes que llegaban por encima del codo. Los guantes no sólo eran de color blanco o negro, sino también de otros muchos colores, incluso azules o amarillos, fabricados con piel de cabritilla. 

Los vestidos de noche iban, por supuesto, acompañados de capas y chales. Las ropas de abrigo tenían adornos de cordón, encajes y pieles, con bordados en oro o plata. Cuando hacía menos frío llevaban sobre los hombros mantos de seda ribeteados con encaje. Para las salidas a la ópera en una fría tarde noche, quienes se lo podían permitir se envolvían en mantos de terciopelo forrados de armiño. 


Algunas curiosidades: 

Entre 1815 y 1825, debido a las hostilidades entre Francia y Gran Bretaña, cada país siguió su propia moda puesto que no podían intercambiar información. Así, la moda inglesa era cada vez más romántica, con cuellos de encaje, mangas abullonadas y colores más vivos. Las cinturas también comenzaron a bajar un poco. En Francia, sin embargo, los vestidos seguían manteniendo la cintura alta y los colores seguían siendo claros, pero añadían adornos a las telas y las faldas se amplíaban en la base. Los peinados y los sombreros iniciaban una escalada alcista, probablemente para contrarrestar el efecto de la forma del final de las faldas. 

Una vez firmado el tratado de paz entre Gran Bretaña y Francia, las inglesas se sorprendieron al ver lo diferentes que eran ambas modas y rápidamente reemplazaron sus armarios adaptándolos al estilo francés. 

A partir de 1820, los corsés empezaron ya a ser usados por todas las mujeres para estrechar la cintura y las faldas se empezaron a ampliar para alejarlas de las piernas. 

La cintura, que empezó a bajar más o menos a razón de un centímetro por año, en 1825 estaba ya casi situada en su lugar natural. 

Los volantes y mangas de muselina blanca, en muchas ocasiones eran piezas independientes que se podían poner y quitar para lavarlas con frecuencia, además de poderse usar en diferentes vestidos. 


*Una gran parte de la información de este artículo se ha obtenido de http://www.songsmyth.com/costumerscompanion.html

jueves, 17 de septiembre de 2020

 

EL BLOG

9 JOYAS OCULTAS EN EL LAGO NESS QUE NO TE PUEDES PERDER

¡Descubre el lado salvaje e intacto del Lago Ness! Aquí encontrarás mucho más que el famoso Lago Ness… ¡quizás veas al monstruo Nessie! porque la región está repleta de joyas ocultas cerca de Inverness.

¡Probablemente sean más fáciles de encontrar que el monstruo! Aquí tienes algunas de nuestras favoritas…

1. ¡DISFRUTA DE LOS IMPRESIONANTES PAISAJES DEL LAGO NESS!

El histórico muelle de Inverfarigaig

Si estás buscando paisajes espectaculares de uno de los lagos más icónicos de Escocia, aléjate de las zonas turísticas y adéntrate en el lado salvaje de su zona sur. El pueblo de Inverfarigaig se encuentra situado bajo los acantilados rocosos de Dun Dearduil. Pasea por la orilla del lago y disfruta de las preciosas vistas del histórico muelle de Inverfarigaig, construido por el famoso ingeniero Thomas Telford. Es también el lugar ideal para un picnic. Este pueblo también alberga un fuerte de la Edad de Hierro y un ejemplo del puente de un solo tramo construido en el siglo XVIII. El arquitecto Robert Adam estuvo a cargo de su construcción bajo petición del general Wade, que desempeñó un papel muy importante en la historia de los levantamientos jacobitas.

No muy lejos, el camino se eleva bastante hacia el mirador Suidhe. Es uno de los puntos más altos del Sendero de 360° del Lago Ness y el lugar ideal para disfrutar de impresionantes vistas.

2. PASEA EN CANOA RODEADO DE PAISAJES ESPECTACULARES

Piragüismo en la Great Glen Canoe Trail

Sal para disfrutar del aire libre y prueba tus habilidades con el piragüismo rodeado de los icónicos paisajes de las Tierras Altas. La Great Glen Canoe Trail sigue una antigua ruta a lo largo del Canal de Caledonia, entre Fort William e Inverness, pasando por el Lago Ness.

También puedes relajarte pescando en los ríos Oich y Moriston, hogar de una gran población de salmones, o en el río Ness, que fluye casi 10 kilómetros desde el lago hasta el mar.

3. ¡SAL DE RUTA!

Explora el sendero con vistas en 360° del Lago Ness

Explora el sendero de 360° del Lago Ness, una nueva ruta de senderismo que rodea las aguas de este famoso lago.

Esta ruta de senderismo, ciclismo y de carreras de unos 130 kilómetros de longitud, conecta la ruta Great Glen Way con el sendero South Loch Ness Trail, en un único circuito que rodea el lago. Puedes empezar y terminar la ruta en Inverness, “la capital de las Tierras Altas”, o unirte a ella en tu lugar de preferencia. Si buscas un paseo más corto, sigue uno de los seis tramos de la ruta, con sus vistas y características únicas.

Muy cerca, también puedes explorar el Affric Kintail Way, una ruta que tanto los senderistas y ciclistas de montaña podrán disfrutar. Se extiende desde Drumnadrochit, en el lago Ness, hasta Morvich, en Kintail.

4. ADÉNTRATE EN SUS BOSQUES

Disfruta de un paseo en el bosque de Inverfarigaig

En el bosque de Farigaig te esperan árboles altos, una increíble fauna salvaje y espectaculares vistas del lado sur del Lago Ness. Es un paraíso para las coloridas flores silvestres, las mariposas y las ardillas rojas. Pasea por los senderos hasta llegar a un mirador con vistas a los lagos y las ruinas del antiguo fuerte de Dun Dearduil.

No te pierdas el bosque de Abriachan en la orilla norte del Lago Ness, con sus rutas de corta y larga distancia. Presume de impresionantes vistas al Lago, así como de muchos otros puntos de interés en su camino, incluyendo una réplica de una cabaña de la Edad de Bronce y una casa en el árbol.

5. ¡ENAMÓRATE!

Las cascadas del Lago Ness

¡Nuestras aguas no son sólo nuestros lagos, ríos y whisky! Escocia está repleta de cascadas que cruzan numerosas rutas de senderismo a lo largo del país.

En la orilla norte del Lago, las cascadas de Plodda son sin duda alguna una de las joyas ocultas de Escocia. Se trata de la cascada más alta e impresionante de la región, con 46 metros de altura. El nuevo mirador sobre el río Affric ofrece vistas espectaculares de la Reserva Natural Nacional de Glen Affric.

Muy cerca, puedes dar un paseo hasta llegar a las cascadas de Divach, un lugar ideal para descansar y hacer un picnic. Puedes combinar este paseo con una caminata a Craigmonie, un impresionante mirador con vistas al Lago Ness.

Por último, y un poco más hacia el sur, no puedes perderte las cascadas de Foyers. Son una de las cascadas más impresionantes de las Tierras Altas y han sido una atracción visitada desde la época victoriana. Su belleza inspiró al poeta Robert Burns a escribir un poema.

6. DESCONECTA DE TODO EN GLEN STRATHFARRAR

Designado Reserva Natural Nacional en 1977, Glen Strathfarrar, cerca de Beauly, es uno de los valles más hermosos y vírgenes de Escocia. Es un lugar tranquilo y alejado del tráfico que ofrece una experiencia de bienestar y relajación.

Rodeado de impresionantes paisajes montañosos, es el lugar ideal para dar un paseo en bicicleta, pasear a orillas del río Farrar o por el tranquilo Loch Monar. El valle también ofrece fantásticas rutas de senderismo para los más experimentados, incluyendo crestas con vistas a la isla de Skye, Torridon y más allá. Es el lugar perfecto para sumar Munros a tu lista.

7. DESCUBRE LOS LAGOS OCULTOS CERCA DEL LAGO NESS

El impresionante Loch Tarff

Desde el remoto Loch Mullardoch al norte del Lago Ness, hasta el pintoresco Loch Duntelchaig al sur, hay muchos lagos ocultos por descubrir.

El Lochan Torr an Tuill, también conocido como el “lago mágico” es un hermoso y pequeño lago o lochan. El lago está gestionado por el Patrimonio Natural Escocés, y alberga la mayor población de libélulas y caballitos del diablo de Gran Bretaña. El Loch Tarff es un lago pequeño y pintoresco rodeado de colinas y pinares, a las afueras de Fort Augustus. Presta especial atención a los colimbos árticos en verano y a los ciervos rojos que pasean por las orillas del lago el resto del año.

8. DESCUBRE LOS MISTERIOS DEL MUNDO ANTIGUO

El Cementerio de Boleskine con vistas al Lago Ness

Visita el cementerio de Boleskine, un pequeño cementerio con vistas a la orilla sur del Lago Ness. Rico en historia, el cementerio cuenta con lápidas interesantes y vistas espectaculares. Justo enfrente, se encuentran las ruinas de Boleskine House, una vez el hogar del conocido ocultista victoriano Aleister Crowley a principios del siglo XX, y que fue comprada más adelante por Jimmy Page, guitarrista del grupo de rock clásico británico Led Zeppelin. Para los fanáticos de Outlander, este fue el lugar final de descanso de los miembros del clan Fraser. También alberga un monumento a Simon Fraser, el undécimo Lord Lovat, y último hombre decapitado en la Torre de Londres. En la popular serie de Outlander, Lord Lovat es el abuelo de Jamie Fraser.

No muy lejos, desvíate para visitar el cementerio de Dunlichity y ver donde están enterrados los miembros de los clanes MacGillivrays y Shaws. Cuenta la leyenda que los soldados de la rebelión jacobita afilaron sus espadas en las paredes de la iglesia antes de la batalla de Culloden, y esas marcas pueden aún verse hoy en día.

Si eres un fan de la serie Outlander, no te pierdas la cámara funeraria de Corrimony, donde puedes caminar entre un círculo de menhires y entrar en una antigua tumba de corredor de 4000 años de antigüedad. Quién sabe, ¡quizás puedas viajar atrás en el tiempo!

9. BAILA AL RITMO DE LA MÚSICA DE LAS TIERRAS ALTAS

Disfruta del ambiente y de la música en el Abriachan Hall

Aunque por el momento no es posible disfrutar de un concierto tradicional o de un ceilidh, hay multitud de oportunidades para vivir la auténtica cultura de las Tierras Altas. En el mismo Inverness, no puedes perderte el Bar MacGregor o Hootananny para vivir el gran ambiente de un pub. Apoya a los músicos locales y compra música tradicional para disfrutarla durante tu estancia como Blazin FiddlesLauren MacColl o Duncan Chisholm.

Las Tierras Altas albergan lo mejor de Escocia y la representan tal y como nos la imaginamos. Piensa en impresionantes paisajes con infinidad de actividades de las que disfrutar al aire libre, deliciosa gastronomía y gente  acogedora. ¡No te olvides de compartir las joyas ocultas que has descubierto en el Lago Ness!

lunes, 17 de diciembre de 2018

Almack´s


domingo, 18 de diciembre de 2016

Artículo: ¿Cuánto sabes sobre Almack's?

En este otro artículo cuento muchas cosas sobre este lugar tan emblemático y que todas conocemos a través de las cientos de novelas románticas que hemos leído a lo largo del tiempo, Almack's. Si quieres saber alguna cosilla más que seguro que desconoces, no dejes de leer el artículo:

Almack's comenzó en 1764 siendo un club de juego y como rival de White. Según una leyenda que perduró durante más de dos siglos, fue fundada por William Macall, quien se dijo que le puso el nombre dando la vuelta a las sílabas de su apellido. Sin embargo, al parecer, su verdadero nombre era William Almack quien cinco años antes, en 1759, había abierto un café en el lado norte de Pall Mall. Era un establecimiento eminentemente masculino donde los caballeros podían comer bien, beber un vino decente y leer tranquilamente el periódico. Con este mismo criterio, abrió el club Almack's, pero fue por el juego por lo que se hizo famoso. La mayoría de los miembros fundadores eran menores de treinta años, incluso uno de ellos, Charles James Fox, tenía sólo dieciséis años cuando se unió al club, llegando a ser uno de los miembros más infatigables. Charles y su hermano Stephen, perdieron en solo tres noches la estrepitosa cantidad de 32.000 libras. Sin embargo, los Fox no eran los únicos que tenían adicción por el juego, ya que muchos caballeros se daban cita allí para apostar cantidades importantes que las propias normas del club imponían. El juego se tomaba muy en serio: no había cuadros en las paredes para no distraer la atención de los jugadores. Llevaban pulseras de cuero para sujetar los encajes de volantes de sus mangas y sombreros de paja para proteger sus ojos de la luz y evitar que el pelo pudiera caer sobre estos. Incluso, a veces, llevaban máscaras para ocultar sus emociones.

Aunque muchos de los socios de Almack's también lo eran de White, pronto la rivalidad se originó entre ambos, por lo que estar en uno de los dos clubs terminó significando la exclusión del otro.

En el verano de 1765, Almack's abrió nuevas salas de reunión en la calle King Street en St. James donde dar cabida a ambos sexos, y para la ocasión celebró un gran baile al que asistió el duque de Cumberland, el héroe de Culloden. Fue uno de los primero clubes en Londres que daba la bienvenida a hombres y mujeres a la vez. A partir de ahí se sucedieron nuevos bailes.

Los bailes y encuentros en las salas de Almack's sobrevivieron al juego que sufrió un golpe fatal cuando uno de sus empleados abrió su propio club en octubre de 1778.

Almack's se puso de moda en Londres y la buena sociedad deseaba su adhesión al club. Un club que estaba dominado por un grupo de influyentes damas de la alta sociedad (con el curso de los años fue presidido, entre otras, por Lady Pembroke, la señora Fitz Roy, Anne Stewart, marquesa de Londoderry, Sarah Villiers, condesa de Jersey, Lady Cowper, Lady Sefton, Mrs. Drummond Burrel, la Condesa de Lieven o la Princesa Esterhazy ) que examinaba a los posibles miembros de una manera descarada y que no tenían reparos en ejercer su autoridad. Por ejemplo, negaron la entrada al duque de Wellington porque llevaba pantalones en lugar de los calzones cortos y el pañuelo blanco requerido por las seis o siete damas de alto rango que gobernaban el establecimiento.

Pero Wellington no fue el único a quien se le denegó la entrada en Almack's, muchas otras personas de rango y fortuna no consiguieron la aprobación de las señoras, cuya manera de regentar el club estaba sujeta a sus caprichos crueles, arbitrarios y despóticos.

Los que conseguían el favor de las patronas de Almack's eran obligados a pagar una cuota anual de diez guineas (una guinea es algo más que una libra esterlina) que les daba derecho a un vale. Tener este vale significaba que eras de la Sociedad con mayúsculas y perderlo, olvidarse de tener categoría en la sociedad londinense. El Comité organizaba un baile con cena una vez por semana (los miércoles), durante la temporada social.

Las instalaciones que el club tenía en la calle King contaban con un salón de baile de 100 pies de largo por 40 de ancho. Estaba pintado en color blanco y paja y decorado con columnas doradas, medallones clásicos, espejos enormes y cortinas azules. Totalmente iluminado por más de 500 velas de cera y en la época de la Regencia por lámparas de gas de lustroso cristal tallado. El mayor número de personas que llegó a albergar fue en torno a las 1700. La orquesta tocaba en un balcón con una barandilla dorada.

Las damas patronas se reunían los lunes por la noche durante la temporada para determinar si echaban a alguien por comportamiento deshonroso (podían destrozar la reputación de una joven debutante) o se admitía a un miembro bien valorado. A los miembros de Almack's se les permitía traer a un invitado, pero el invitado tenía que ser examinado por las patronas antes. No era imprescindible tener dinero pero sí educación y un ejemplar comportamiento. Esta disposición era una manera de mantener al margen a los nuevos ricos. Un título nobiliario podía abrir la puerta del club, pero la crianza y las excelentes formas eran mucho más importantes. Sólo alrededor de tres cuartas partes de los herederos de la nobleza consiguieron el acceso al club.

La gente clamaba por vales para ser admitidos en Almack's porque era el lugar para estar y ser visto. Era una forma de hacer alarde de su rango social y de conocer a otros de estatus similar. La gente que iba a Almack's buscaba afirmar su posición en la categoría de la clase alta. Aparte del salón de baile existían también salas para los que prefirieran el juego. Allí acudían caballeros en busca de esposa con buena dote, por lo que el club se convirtió en el mercado matrimonial más codiciado. Alrededor de 1790, las madres presentaban a sus hijas como debutantes e intentaban que en su tarjeta de baile estuvieran los nombres de los jóvenes casaderos más importantes. Era un acontecimiento digno de celebración cuando una madre podía adquirir vales de Almack's para sus hijas "en edad de merecer".

En Almack's no se daban grandes cenas ni se servían bebidas alcohólicas, únicamente algunos entrantes, pan en rodajas finas con mantequilla fresca y tortas glaseadas, y para beber té o limonada pero, en realidad, la gente no iba allí a comer. La cena daba comienzo a las 11 en punto y en ese momento se cerraban las puertas.

El baile era la principal fuente de entretenimiento, pero sólo estaban permitidos los bailes "decorosos" para evitar así cualquier tipo de irregularidad. Pero como los tiempos iban cambiando, se fueron admitiendo nuevos bailes. En 1814, las patronas del club consintieron en que se introdujera una danza que estaba comenzando a ser muy popular y que fue en principio rechazada porque resultaba muy íntima y escandalosa: el vals. Una vez aceptado por Almack's, el vals se convirtió en una adicción por parte de la sociedad.

En las instalaciones de Almack's se bailó durante décadas. Sin embargo, al mismo tiempo que las patronas llegaban a su senectud también decaía su despotismo y, con ello, el privilegio y la importancia del lugar. En 1863, noventa y ocho años después de la apertura, el club cerró definitivamente sus puertas. No obstante, cuarenta años después, en 1904, intentó surgir de nuevo de la mano de Sir Hugh Stewart Houghton, pero su historia, hasta su cierre definitivo en 1963, está llena de altibajos, cambios de dueño y distintos incidentes que no tienen mucho que ver con la relevancia que Almack's tuvo durante su pleno apogeo que abarcó un periodo de casi cien años.

Hoy en día, en el lugar en el que se erigía Almacks, hay un edificio de oficinas, pero existe una placa conmemorativa recordando el antiguo emplazamiento del famoso club londinense. 

lunes, 10 de diciembre de 2018

ROPA FEMENINA EN LA REGENCIA

Artículo: La ropa femenina en la Regencia

Este es otro de esos artículos que seguro que os va a resultar la mar de interesante: 

La ropa interior: Lo primero que se ponían era una camisa que por lo general era de algodón o lino. Era una camisa simple y sencilla, sin ningún tipo de adornos. Su objetivo no era otro que servir de protección a la piel para salvarla de cualquier roce que pudiera ocasionarle el corsé. Su misión era, además, proteger del sudor corporal al corsé ya que esta prenda era mucho más difícil de limpiar que la camisa. La camisa terminaba muy por encima del dobladillo del vestido.

Usaban también unos pantalocillos de tela fina, de algodón o lino, que llegaban hasta los tobillos o hasta debajo de la rodilla. Empezaron a estar de moda alrededor de 1806 y al principio eran imitaciones de los calzones masculinos, pero gradualmente se fueron feminizando.


Lo siguiente que se ponían las mujeres era, por supuesto, el corsé. En la Regencia, la misión del corsé no era estrechar la cintura puesto que en aquella época se llevaban las cinturas altas, sino que se usaban para levantar y separar el pecho. Había dos tipos de corsés: cortos y largos. Los corsés cortos tenían un sorprendente parecido a los sujetadores modernos y su función era más realzar el busto que otra cosa. Los corsés largos eran muy parecidos a los bustiers de hoy en día. Generalmente tenían un pedazo de madera dura insertada en la parte delantera cuyo fin no era otro que mantener una buena postura. Como curiosidad señalar que los hombres jóvenes solían tallar y regalar este trozo de madera a sus novias. El corsé largo ayudaba también a proporcionar una suave línea desde el pecho hasta la cadera. 

Encima del corsé se podían llevar entre una y cinco enaguas, dependiendo de la época del año y del grado de modestia de la dama en cuestión. La función de las enaguas era dar amplitud a las faldas de los vestidos y evitar que la fina tela de estos se pegara en demasía a las curvas femeninas. Las damas más descaradas usarían sólo una o dos enaguas... o ninguna. Las enaguas eran vestidos sin mangas y dependiendo del poder adquisitivo de la mujer eran de algodón ligero o seda. Para el invierno podían ser de franela. Solían llevar uno o dos volantes y al menos uno de estos a menudo asomaba bajo el dobladillo del vestido. 

Las medias llegaban hasta el muslo o por encima de la rodilla y se ataban con ligas. Eran de seda o algodón, generalmente blancas, lisas, bordadas en este color o con adornos de encaje. 

Las almohadillas entraban y salía de la moda durante la Regencia de acuerdo con el estilo del vestido. Se usaban con los vestidos de finales de 1790, y a medida que estos iban desapareciendo a principios de 1800, se iban dejando de lado regresando de nuevo con las faldas tipo campana. Eran de diferentes formas y tamaños y podían atarse o coserse en la parte posterior del vestido. Por razones obvias, debían ser usadas con moderación. 

Vestido de mañana: 

Era un vestido de manga larga o corta, sencillo, de material fino y sin ningún tipo de adorno puesto que no iba a ser usado fuera de casa. A veces se hacía con restos de tela antigua o reformando vestidos viejos pasados de moda. Si nadie los iba a ver fuera del entorno del hogar, no tenía ningún sentido gastar dinero en ellos pudiendo invertir este en vestidos que sí se iban a usar en público. 

El traje de montar:

Estaba hecho de material resistente. Tenía un escote muy sencillo y una chaqueta destinada a cubrir el vestido en todo momento. Las faldas del traje de montar eran más largas y más completas que las faldas de un vestido de paseo o coche. Tenía que cubrir perfectamente las piernas de las mujeres y proteger su modestia mientras montaba a mujeriegas. El estilo de las chaquetas de montar, e incluso de los sombreros que se usaban a tal efecto, eran de corte bastante masculino. A menudo tenían también muchos detalles de los uniformes militares. 

Vestido de tarde:

Este tipo de vestido era todo lo contrario al vestido de mañana: este sí estaba destinado a ser visto. Precisamente porque este vestido sí era para verse, dependiendo dónde o quién fuera a verlo así sería el vestido. En general solían estar confeccionados con muselina, una tela para los vestidos de tarde muy popular en aquella época. En los primeros años del siglo XIX muchas jóvenes murieron tras coger un resfriado o una pulmonía provocada por llevar estos finos vestidos en invierno. A esto se le dio en llamar "la enfermedad de la muselina". 

Durante el día, los senos estaban tapados por completo pues aunque tuvieran escotes bajos se cubrían con una pañoleta o bufanda remetida bajo el escote. 

Los vestidos de paseo, para ir de compras, al parque o para realizar visitas, se hacían ya con más cuidado, más a la moda y con adornos más costosos. 

Dentro de los vestidos de tarde estaban también aquellos para ir en coche o de viaje. Estos se realizaban con telas más pesadas y que fueran más resistentes a las arrugas que la muselina o el algodón. Además tenían menos adornos con el fin de que no se estropearan o aplastaran en los largos paseos en coche. 

Las prendas de abrigo usadas para los vestidos de tarde eran una parte muy importante de la indumentaria. Se llevaban largas túnicas con capucha y mantones de diferentes estilos, a veces decorados con motivos griegos. Los chales de cachemira, seda o muselina se usaban también en primavera y verano. 

El abrigo Spencer era una ajustada chaqueta que llegaba hasta la cintura y que se llevaba sobre los vestidos de tarde. Se dice que fue un invento de Lord Spencer, un antepasado de la princesa Diana, que según cuenta la leyenda pudo haber arrancado la cola de su chaqueta debido a que se la chamuscó con el fuego de la chimenea o bien por un accidente de caballo. Sea como fuere, lo cierto es que Lord Spencer fue el que dio instrucciones a su sastre para que le hiciera varias prendas de este estilo. Rápidamente las mujeres tomaron nota y se mandaron hacer chaquetas así, que coincidiendo con la moda actual de cinturas altas, convirtieron el abrigo Spencer en un clásico de la moda de Regencia. 

Este tipo de abrigo se llevaba bien ajustado al cuerpo, abierto o abrochado completamente. Solía ser un poco más oscuro que el tono del vestido que se llevaba debajo. A principios de siglo este tipo de prenda no llevaba mangas, era más bien como un chaleco. A partir de 1804 solía tener un cuello de piel lo suficientemente grande para usar como esclavina de modo que diera calor al cuello y los hombros. 

Otra prenda de abrigo era la pelliza. Creada también con el talle alto para usar con el vestido de tarde, esta prenda de abrigo se abrochaba por delante y a menudo tenía adornos de piel y plumas de cisne a juego con la tela en la que estaba realizada. Debido a la guerra con Napoleón, los detalles de adornos de tipo militar en esta y otras prendas estuvieron también muy de moda en la Regencia. Algunas pellizas llegaban hasta los pies y otras eran tipos tres cuartos (abrigos cosacos). Se podían cerrar por el centro con tiras y borlas de seda. Dependiendo de la estación del año, podían confeccionarse con lana, piel, terciopelo de seda, satén, o incluso muselina. 

Los vestidos de tarde iban obligatoriamente acompañados de otros accesorios indispensables tales como chales, esclavinas, mantos, peregrinas, guantes, gorros, orejeras, sombreros y, por supuesto, el tipo de calzado adecuado. 

Los vestidos destinados a lucir en los eventos y fiestas de noche estaba permitido mostrar el pecho. De hecho, algunos escotes eran tan bajos que hasta se corría el riesgo de mostrar de más. Fueron muy populares los escotes cuadrados, tan bajos, que resulta difícil imaginar cómo se sujetaban las mangas. Las telas con las que eran confeccionados eran caras, de fina muselina, satén, tafetán o seda. Los vestidos hechos con terciopelo de seda estaban reservados para las mujeres mayores o casadas. Tanto en los vestidos de tarde como en los de noche, las debutantes debían llevar colores pastel o blancos. Los colores más oscuros no estaban destinados para las debutantes. Ahora bien, tampoco eran aconsejables para las otras damas, pues a la luz de las velas, ir vestida de oscuro era garantía de no ser apenas vista. Por ello, quienes no optaban por los tonos claros o simplemente se decidían por el negro, engalanaban sus vestidos con adornos metálicos o de cristal de manera que recayera en ellos la luz. Los vestidos a menudo eran de manga corta pero acompañados de guantes que llegaban por encima del codo. Los guantes no sólo eran de color blanco o negro, sino también de otros muchos colores, incluso azules o amarillos, fabricados con piel de cabritilla. 

Los vestidos de noche iban, por supuesto, acompañados de capas y chales. Las ropas de abrigo tenían adornos de cordón, encajes y pieles, con bordados en oro o plata. Cuando hacía menos frío llevaban sobre los hombros mantos de seda ribeteados con encaje. Para las salidas a la ópera en una fría tarde noche, quienes se lo podían permitir se envolvían en mantos de terciopelo forrados de armiño. 


Algunas curiosidades: 

Entre 1815 y 1825, debido a las hostilidades entre Francia y Gran Bretaña, cada país siguió su propia moda puesto que no podían intercambiar información. Así, la moda inglesa era cada vez más romántica, con cuellos de encaje, mangas abullonadas y colores más vivos. Las cinturas también comenzaron a bajar un poco. En Francia, sin embargo, los vestidos seguían manteniendo la cintura alta y los colores seguían siendo claros, pero añadían adornos a las telas y las faldas se amplíaban en la base. Los peinados y los sombreros iniciaban una escalada alcista, probablemente para contrarrestar el efecto de la forma del final de las faldas. 

Una vez firmado el tratado de paz entre Gran Bretaña y Francia, las inglesas se sorprendieron al ver lo diferentes que eran ambas modas y rápidamente reemplazaron sus armarios adaptándolos al estilo francés. 

A partir de 1820, los corsés empezaron ya a ser usados por todas las mujeres para estrechar la cintura y las faldas se empezaron a ampliar para alejarlas de las piernas. 

La cintura, que empezó a bajar más o menos a razón de un centímetro por año, en 1825 estaba ya casi situada en su lugar natural. 

Los volantes y mangas de muselina blanca, en muchas ocasiones eran piezas independientes que se podían poner y quitar para lavarlas con frecuencia, además de poderse usar en diferentes vestidos. 


*Una gran parte de la información de este artículo se ha obtenido de http://www.songsmyth.com/costumerscompanion.html

lunes, 26 de noviembre de 2018

Reseña de MI DIOSA PELIRROJA por Raquel Mingo

23 de noviembre de 2018
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